TCA: El lugar de los hermanos

Son escasos los estudios sobre trastornos de la conducta alimentaria que incluyen en su evaluación a más de un miembro de la familia. Normalmente, dichas investigaciones cursan en torno a una de las figuras parentales o, como mucho, ambas, dejando de lado en numerosas ocasiones a otros importantes miembros del núcleo de convivencia: los hermanos.

Se posee relativamente poca información acerca de cómo perciben los hermanos el funcionamiento familiar en el contexto del TCA, si existe una visión unificada con los padres o si cada miembro de la familia tiene una percepción distinta. Solo algunos estudios publicados más recientemente incorporan a los hermanos como grupo de estudio. 

Es habitual que los hermanos de niños o adolescentes diagnosticados de cualquier tipo de enfermedad, ya sea física o psiquiátrica, aprendan a dar un paso atrás y ceder la atención al que más lo necesita. No obstante, el sentimiento puede adquirir distintos matices en función de la enfermedad de la que se esté hablando. En el caso de los TCA, la línea entre empatía o complicidad y rabia o desprecio se cruza de un lado a otro constantemente. En especial si se es pequeño, un TCA es un trastorno difícil de comprender desde fuera, y el hermano puede quedarse con impresiones erróneas, como que el paciente lo hace para llamar la atención, que si no se recupera es porque no quiere o que acapara los cuidados de los padres.

Dentro del trabajo terapéutico con TCA entra el ofrecer la psicoeducación adecuada a los hermanos, de modo que cuenten con un lugar en el que desahogarse y plantear sus dudas y preocupaciones, y donde se les enseñe a convertirse en el sostén que los pacientes necesitan. Su cariño constituye uno de los mejores apoyos para esa persona que lucha día tras día contra sí misma. Unir a los hermanos contra esta adversidad ayudará a que ninguno se sienta solo durante el proceso de recuperación.

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