PERDER NUESTRO CUERPO ES PERDERNOS A NOSOTROS MISMOS
“Se paciente con todo lo que está por resolver en tu corazón e intenta amar tus propias preguntas…Vive las preguntas ahora. Quizás poco a poco, sin darte cuenta, irás acercándote algún día lejano hacia la respuesta” Rainer María Rilke. Cartas a un joven poeta.
Tal y como explica Bessel Van Der Kolk en su maravilloso libro El cuerpo lleva la cuenta las experiencias traumáticas vividas dejan una huella, tanto a gran escala, en nuestro entorno en nuestra historia…como a nivel individual, en nuestra mente y en nuestras emociones, en nuestra capacidad de disfrutar y conectar con los otros y en nuestra biología y sistema inmunológico.
Aunque las personas con historia de trauma intentan seguir adelante y actuar como si nada hubiera sucedido, a una parte de nuestro cerebro no se le da bien fingir que no ha ocurrido nada y muchas veces, tiempo después y ante un mínimo estímulo o situación estresante, circuitos cerebrales se ponen en marcha y reviven una cascada de hormonas de estrés que dan lugar a emociones desagradables, sensaciones físicas y malestares intensos que parecen incomprensibles y abrumadoras tanto para las personas que lo sufren como para su entorno que con frecuencia se siente perdido intentando encontrar una explicación.
Numerosas investigaciones han revelado que el trauma produce cambios fisiológicos que explican muchas de esas vivencias de descontrol, dolor emocional y físico e incluso enfermedades de distintos tipos ocurridas en el cuerpo.Ante una vivencia de trauma con frecuencia las personas viven:
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- Pérdida de control
- Temor a estar dañados en lo más profundo
- Hipervigilancia
- Les cuesta aprender de la experiencia
- “No se sentía normal”
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Sentirse muerto por dentro
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Rabia
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Dificultad para establecer relaciones íntimas
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Pérdida de confianza
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Vergüenza y culpa
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Se desprecian a si mismos
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Insensibilidad emocional
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Falta de conexión con el entorno
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Falta de rumbo
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Pesadillas
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Percepción de las cosas y situaciones alterada
- Anula la imaginación
- Flashbacks
En la clínica, con frecuencia vemos episodios traumáticos tras un trastorno alimentario, no siempre son identificables ni coinciden en el tiempo con la aparición de los síntomas, pero el cuerpo es un fiel reflejo de dolores pasados y es necesario estar atento.
Sin imaginación no hay esperanza, no hay posibilidad de contemplar un futuro mejor.
Por delante tenemos un reto que va mucho más allá de la comida ¿Cómo recuperar el control más allá de los traumas ocurridos en el pasado y adueñarnos de nuestra propia vida? Es ese objetivo hacia donde nos dirigimos en el tratamiento, que, como no puede ser de otra manera es individualizado y multidisciplinar, utilizando todos los medios y técnicas disponibles y dirigido a superar no sólo el problema alimentario sino también producir cambios profundos en la naturaleza y la vida de cada persona.