Crítica al libro la revolución de la glucosa de Jessie Inchauspe

Estudiante adolescente ansioso

El libro La revolución de la glucosa de Jessie Inchauspé ha ganado notoriedad en el ámbito de la nutrición y la salud, pero sus recomendaciones suscitan preocupación cuando se analizan desde un enfoque científico, ético y social.

Lejos de ser un manual útil para todas las personas, sus principios son negligentes, carecen de evidencia científica robusta y presentan un potencial peligro, no solo para quienes tienen predisposición a trastornos de la conducta alimentaria (TCA), sino para cualquier persona que los adopte como un dogma.

Ausencia de evidencia sólida y negligencia en las recomendaciones

Inchauspé propone estrategias como consumir los alimentos en un orden específico, añadir vinagre antes de las comidas o evitar frutas solas, basándose en una interpretación reduccionista de los picos de glucosa en sangre. Aunque es cierto que los desequilibrios glucémicos están implicados  en diversas patologías metabólicas, el enfoque del libro simplifica procesos metabólicos complejos, ignorando factores individuales como la genética, el estado de salud o la diversidad metabólica. 

El problema radica en que estas reglas se presentan como soluciones universales sin suficiente respaldo en estudios científicos rigurosos. Además, la promoción de estas prácticas como "trucos simples" genera confusión y perpetúa la idea de que existe una manera única y lineal de gestionar la salud, cuando en realidad las necesidades nutricionales varían ampliamente entre individuos y contextos. La ausencia de matices en sus recomendaciones no solo es científicamente insostenible, sino también socialmente irresponsable.

Riesgo de perpetuar conductas alimentarias desordenadas

La rigidez de las normas propuestas en La revolución de la glucosa fomenta un enfoque obsesivo hacia la comida y el control, elementos que están intrínsecamente ligados al desarrollo y perpetuación de TCA. Estas pautas pueden ser adoptadas de manera literal por personas que no tienen diabetes ni problemas metabólicos, convirtiendo el seguimiento de dichas reglas en un fin en sí mismo, lo que aumenta el riesgo de desarrollar una relación patológica con los alimentos.

Este problema no afecta únicamente a quienes tienen una predisposición psicológica hacia los TCA. Cualquier persona que se enfrente a la avalancha de información nutricional, muchas veces contradictoria, puede caer en conductas alimentarias desordenadas al intentar seguir normas rígidas e infundadas como las que presenta este libro. Esto evidencia una falta de consideración hacia las complejas dinámicas psicológicas que determinan la relación con la comida.

Falta de perspectiva social y de género

Además de su debilidad científica, las propuestas de Inchauspé ignoran las realidades sociales y económicas de gran parte de la población. Por ejemplo, su énfasis en ingredientes específicos como el vinagre de sidra orgánico o la inversión en tecnologías para medir glucosa no considera que muchas personas enfrentan barreras económicas para acceder a alimentos básicos, mucho menos a recursos especializados. Esto convierte sus recomendaciones en un privilegio al alcance de unos pocos, acentuando desigualdades en el acceso a la salud y al bienestar.

Desde una perspectiva de género, es importante señalar que las mujeres son desproporcionadamente afectadas por mensajes que promueven el control estricto de la alimentación, dada la presión histórica y cultural sobre sus cuerpos. Las normas promovidas por La revolución de la glucosa perpetúan la idea de que las mujeres deben ser vigilantes y disciplinadas con su alimentación, reforzando estereotipos que ya son nocivos para su salud física y mental.

Conclusión

El libro de Jessie Inchauspé presenta consejos que, aunque atractivos en su simplicidad, son negligentes, desinformados y potencialmente dañinos. La falta de evidencia científica sólida, la promoción de reglas rígidas y el desconocimiento de los contextos sociales y de género hacen de este libro una herramienta peligrosa para la salud pública. La nutrición debe abordarse desde un enfoque integrador que priorice el bienestar físico y mental, la flexibilidad y la accesibilidad, lejos de dogmas y fórmulas universales que generan más problemas de los que resuelven.

Sofía Giaquinta Arranz
Nutricionista

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